El síndrome del chico iceberg

No sé por donde empezar. Bueno sí, ponme un blogka, con hielo como siempre y bien cargado. Menos mal que aun existe este sitio... donde un abstemio puede tomarse algo bien fuerte para ahogar sus penas. Un blogka... con hielo... hielo...

Soy como un iceberg. Siempre lo he sido y necesito dejar de serlo. ¿Qué que es ser como un iceberg, te preguntas? Un iceberg es un pedazo de hielo... un trozo jodidamente grande de hielo que flota a la deriva. Y, lo más importante, que solo muestra un 10% de lo que es en realidad. Sí, eso es. Un 10%. Y el 90% pasa desapercibido para todos, sumergido bajo el agua helada.

Nadie [o casi nadie] me conoce, porque no dejo a la gente que me conozca. Porque interpongo entre mí y el mundo una burbuja... aunque realmente, siguiendo con la metáfora, es más bien un muro de hielo. Y pensé que no pasaba nada, pero no puedo continuar así.

Estoy harto. Me estoy alejando de la realidad. La gente ahí fuera viaja, se divierte, se preocupan unos de otros... Y yo aquí, solo. Se me está enfriando el alma. Se me está helando el corazón. Y sé que me lo merezco por ser tan imbécil. Pero no puedo más. He llegado al punto límite. La sombra del cuarto de siglo me ha hecho darme cuenta de todo. He llegado al punto que salta esa chispa, llámalo ira, llámalo brío, llámalo como quieras. Esa chispa de esperanza que prende en una pequeña llama, debajo de todo ese hielo. Esa llama que empieza a derretir el hielo. Pero todavía es muy débil y necesito vuestra ayuda. Ayudadme un poco. Dadme un poco de calor. Necesito ser yo al 100% y no al 10%. Necesito volver a sonreir. Sin vosotros no podré. Con vosotros todo será mejor. Rompamos el hielo. Ahora.